No se pierda en el orden, hállese.
Calino
¿Hasta cuándo yaceréis? ¿Cuándo tendréis el alma valiente, oh nuevos? ¿No sentís, de los vecinos, miedo, así en exceso dejándoos? En paz estimáis encontraros; con todo eso, la guerra tiene la tierra toda, […] y sus dardos, por último, alguien muriendo arroja.
Mimnermo
[…] mas poco tiempo dura, como al igual el sueño, la juventud preciada; y, pesarosa y deforme, de pronto la vejez en la cabeza cae, odiosa e indigna, que pone no conocible al hombre, y los ojos le daña y su alma esparce en torno.
Solón
Si sufristeis, pues, cosas dolorosas por vuestras inepcias, no de tal a los dioses atribuyáis la culpa; vosotros mismos, dándoles resguardo, endurasteis a aquéllos, y por esto tenéis la servidumbre odiosa.
Por sí, cada uno de vosotros anda con pasos de zorra; mas en vosotros juntos hay una mente hueca.
Pues a la lengua y las palabras miráis del hombre taimado, mas no os volvéis a ver las obras que se hacen.
Feliz quien tiene niños queridos y caballos solípedos y perros cazadores y, forastero, un huésped.
Breve, a los ciudadanos el tiempo mostrará mi locura; la mostrará, si en medio es la verdad llevada.
[…] y envejezco aprendiendo sin tregua muchas cosas.
Focílides
¿Qué ventaja es nacer bien nacido a quien ni en palabras ni en consejo acompaña la gracia?
De estos cuatro, han nacido las razas de mujeres: una, del perro; de la abeja, otra; otra, del puerco feroz; una, del caballo crinado; ligera ésta, rápida, da vueltas de forma excelente; la del puerco feroz, en verdad no mala ni buena; la del perro, difícil e inculta; la de la abeja, económica y hábil, y a trabajar se compele; de ésta implora, amigo querido, lograr la boda anhelable.
Muchos, en verdad, estiman ser hombres sapientes porque avanzan con orden, siendo, empero, de mente ligera.
De noche medita; pues de noche más aguda es la mente a los hombres, y a quien busca la virtud, la calma es propicia.
Teognis
Yo, en verdad, las alas te di con que sobre el ponto infinito vueles, y sobre toda la tierra levantándote fácilmente; y en los banquetes todos y fiestas, presente estarías, en bocas de muchos encontrándote, y con flautas de agudo sonido los jóvenes hombres amables con decoro, lo bello y lo armonioso te cantarían; y cuando de la tierra a los antros sombríos, a las luctuosas casas de Hades hubieras ido, ni aun entonces, ni muerto, la gloria perderás; mas durando en las gentes, tendrás siempre sin muerte el nombre. […] Para todos, pues, que recuerdan y que vendrán, en el canto serás lo mismo, en tanto que tierra y sol existan. En cambio, yo no consigo de ti un pequeño respeto, mas como a parvo niñoo me engañas con palabras.
Más que todo, la pobreza al hombre bueno rebaja: que la vejez canosa y que la fiebre. Y es preciso, de la pobreza huyendo, en el ponto profundo precipitarse, y a lo alto de las rocas.
De todas las cosas, no nacer, para los hombres, la óptima, y nunca columbrar del raudo sol los rayos. O, habiendo nacido, cuanto antes probar las puertas del Hades y reposar tendido con mucha tierra encima.
Arquíloco
En la lanza, tengo el pan amasado; en la lanza, el ismárico vino; en la lanza apuntalado, bebo.
Nadie, muerto, venerable pasa entre los ciudadanos, ni famoso. Del viviente, más la gracia perseguimos los vivientes. Mal le pasa sin cesar a quien ha muerto.
Alma, mi alma: por cuidados inflexibles conturbada, álzate de pie, y protégete de enemigos, oponiendo al frente el pecho, a emboscadas de los hostes, cerca erguida con firmeza. Y venciendo, no te glories claramente, y vencida, noo te duelas abatiéndote en tu casa. Mas disfruta lo gozable de los males no te duelas en exceso, y a los hombres que razón conduce, aprende.
No amo un comandante grande ni que marche a grandes pasos, ni soberbio por sus rizos ni afeitado al ras el cutis; pero tenga uno pequeño yo; de piernas, para verse, torcido; que firme avance en sus pies, pleno de ánimo.
Hipónax
A ti, el por dios tundido, ¿qué cortaombligos te fregó y te lavó mientras brincoteabas?
Safo
Ven a mí ahora, y suéltame de graves cuitas, y cumple, para mí, todo eso que el alma anhela que se cumpla, y séme, tú misma, aliada.
[…] y sudor se me esparce, y me acomete toda uun temblor, y verde más que hierba soy, y distante poco de haber muerto parezco, Agálide.
Yacerás muerta, y no más, tuyo, recuerdo algunoo ha de haber nunca en lo futuro; pues no partícipe de pierias rosas, mas invisible y en la morada de Hades, hundiéndote, vagarás entre oscuras sombras.
Se pusieron, pues, la luna y las Pléyades. Y medias noches. Y resbala el tiempo. Y yo estoy sola acostada.
No sé qué decidir: dos, para mí, las mentes.
Y en sus ojos el negro letargo de la noche.
Anacreonte
Morir me sea dado, pues no otra alguna liberación fue dada de estos afanes.
Estesícoro
No es verdadero este cuento: ni fuiste en las naves de buenos bancos, ni llegaste a las torres de Troya.
Simónides de Ceos
Pues eres hombre, no digas nunca que habrá mañana, ni viendo un hombre feliz, por cuánto tiempo ha de serlo. Porque ni el cambio de la mosca de alas tendidas es tan veloz.
[…] también innumerables aves volaban sobre su cabeza, y derechos los peces, del mar oscuro, por el bello canto se lanzaban.
Para los hombres no existe el mal inesperado; y en breve tiempo el dios lo desordena todo.
¿Cuál pues, sin el placer, vida de los mortales querible, o qué dominio? Sin aquél, ni envidiable la edad es de los dioses.