Are you my angel?

Han pasado tres meses, no parece que fue ayer. Hoy desperté recordando las palabras de mi papá diciendo, «háblale a tu abuela»: un recordatorio que escuchaba cada vez que hablaba con él, pero ya se omite esa frase en nuestras conversaciones. No puedo hablarte más, y no lo hice mientras estabas.

Supe que preguntaste por mí, supe que siempre preguntaste por mí, sé que siempre supiste que yo nunca estoy, nunca llamo, solo tu cumpleaños me movilizaba kilómetros hasta tu casa. Escucharte, verte reír, fumar contigo con varias tazas de café y responder a tu pregunta: «¿Estas contenta, mija?» Siempre dudabas de mi estado, dudabas bien. Estar «contenta» es un estado difícil para mí y para ti parecía ser tan sencillo. Luego tus fracturas me llevaron a ese horrible hospital donde, finalmente, nos despedimos, Alicia, hermosa Alicia.

Ahora me pregunto qué se moviliza para que estés tanto en mí, para tener tu tono de voz inserto en mi cabeza cantando a Toña la negra, para decidir que el mole con piña sabe mejor, y por qué no, para comprar limas y comerlas en gajos. No me explico como surges en algunos de mis actos, y cuando te reconozco siento un hueco que quizás contenga todo eso de lo que no te hablé mientras pude. La verdad, no había-hay mucho qué decir, los días siguen corriendo de lunes a domingo, ciertos matices de la luz, a ciertas horas, ciertos días, me conmueven, me silencian. Me detengo con el ruido de algún pájaro, que son casi imperceptibles en el barullo de la ciudad, las personas que me rodean, que quiero o conozco, son solo personas con sus vidas de personas ocupadas en cualquiera que sea su oficio y su neurosis, nada importante, y yo y mi estado: no contenta no infeliz no alegre no triste no deprimida no eufórica, quizás podría decir, inconforme: ¿Con qué? Con lo que significa la existencia. ¿Qué? Nada. Y podrán llegar grandes discursos, poemas, pero esa certeza es la única que tengo, la existencia no significa nada, es casi como no existir, solo que desechando basura o células o palabras. Y sí, nos llenamos de cosas y actividades y oficios y animales y personas para darle algún sentido. Somos tan ingenuos, tan apegados a nuestros pequeños dioses, hechos también de nada más que de nosotros mismos.

Existir es un ensimismamiento y deber (hay amor en deber, mucho). Dudo que esto sea lo que te habría gustado escucharme decir, aunque esto también ya lo sabías. No voy a olvidar tu alegría. Gracias.

Pero siento que me faltas, y no estoy contenta sino triste, no de llorar, sí de saber que aunque me lo pidan, aunque preguntes por mí, yo ya no puedo llamarte ni hablarte llanamente de cómo estoy.

Te pienso, te escribo, y quizás existiendo, llegue a poder describirte.

Te amo siempre

Carta de cumpleaños

Serían 39, seguramente me darías carrilla de la buena por todavía no tocar el cuarto piso, a diferencia de yoni. Imagino tu carcajada diciéndome «cuarentona»; imagino el zape que te daría muerta de risa, sí, en algún café. Imagino que estaríamos celebrando tu cumpleaños.

Confieso que hay tardes en las que te extraño mucho, tu amistad, tu camaradería siempre fueron el mejor lugar para habitar. No conociste a Juan, mi compañero, pero él te conoce de todas las veces que le he hablado de ti. Le caes bien, jeje. A veces, cuando tengo pensamientos guajiros (ya tu sabes que es lo mío), juego con la ilusión de que tu me orientaste hacia él. Es tan a toda madre… tiene la sonrisa franca y luminosa como tu. Te caería re bien.

Te escribo para recordarme que hoy es un día para celebrar que exististe, que tuve la fortuna de ser tu amiga y además tu consen. Para recordarme también que hace más de cuatro años el azar vino a sacudirnos con tu definitiva ausencia, y ya no tengo el chance de darte un abrazo de oso. La puta vida, es tan todo que se vuelve nada.

Pero desde acá, en esta dimensión, en esta maia, te digo, Jo, que te llevo en mi corazón y en mi memoria. Como dice alguna canción, only the good die young, y tu fuiste el más de los buenos, tanto diste, que aún hoy podemos ver algo de ti en la sonrisa de tu hijo. Ahí estas. Ahí tu larga vida.

Serían 39. Feliz cumpleaños donde quiera que te encuentres.

Ximena

Hay que saber descansar

Hay que saber descansar, a veces, sólo por momentos,

llega el lapso donde la respiración infla y desinfla

articulaciones y fibras.

A veces, es necesario recostarse y sostener el placer del roce

de una sábana fría en la entrepierna tibia.

Es necesario el espacio interminable del lecho;

extenderse en un mapa sin territorios,

lleno de mares.

Texto de blog

«Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… Lo que es sagrado para él no es sino la ilusión, pero aquello que es profano es la verdad. Más aún, lo sagrado se engrandece a sus ojos a medida que decrece la verdad y que la ilusión crece, tanto y tan bien que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado.»

Feuerbach (Prefacio a la segunda edición de la Esencia del cristianismo)

 [Un artículo del 22 de enero del 2015 del Washington Post demuestra cómo el movimiento anti vacunas, que empezó a cobrar auge en el 2001, condujo a un brote alarmante de sarampión en 2014 sólo en los Estados Unidos. Cabe mencionar que el sarampión, antes del movimiento antivacunas, estaba prácticamente erradicado. Hoy, brota de nuevo.] https://www.washingtonpost.com/news/wonk/wp/2015/01/22/the-devastating-impact-of-vaccine-deniers-in-one-measles-chart/?utm_term=.f1a602794331

Cada año, el diccionario de Oxford publica la palabra o expresión que más interés ha despertado a lo largo de 12 meses. Para los editores, la palabra que eligen lleva una carga cultural significativa y refleja el espíritu de ese año en particular. La palabra del año 2016 fue “posverdad”. Esta palabra no es precisamente nueva; ya en 1992 el dramaturgo serbio-americano, Steve Tesich, escribió un ensayo inquietante para The Nation titulado “A Government of lies”, en el que planteaba que, tras el escándalo del Watergate, “Llegamos al punto en que comenzamos a equiparar la verdad con las malas noticias, y nadie quiere enterarse de las malas noticias, no importa qué tan importantes o saludables sean para un país. Comenzamos a esperar que el mismo gobierno nos protegiera de la verdad”.

Según Maquiavelo, la mentira es central en la política y se justifica cuando sirve para promover intereses nacionales o valores importantes del orden del bien común, pero también intereses particulares. En la Italia de Berlusconi, él era el poder, todos sabían que su discurso estaba lleno de mentiras, pero prometía cambiar la situación económica de todos. En ese universo entre lo falso y lo verdadero, la transparencia resulta inútil para la democracia, y la mentira triunfa evidentemente porque muchas veces la población la acepta siempre que prometa cosas más importantes que la verdad.

La posverdad es un poco diferente de esto anterior, pues el tema no es el cinismo o los intereses particulares o superiores políticos. La posverdad significa el retroceso del universalismo, de la razón y del estado del derecho, y no distingue sociedades educadas o no educadas, por el contrario, las sociedades más educadas tienen los medios suficientemente fuertes para desarrollar ideas falsas y potentes. En la irracionalidad se pueden cometer barbaridades y decir mentiras colosales.

[Un panfleto publicado en la segunda mitad siglo XIX: “Los protocolos de los sabios de sirón”, habla de una conspiración internacional judía para dominar el mundo. Supone que miembros del estado mayor judío se reunieron para decidir cómo repartirse el mundo. Henry Ford, para comprobar y justificar su antisemitismo, financió tirajes extraordinarios del panfleto para su difusión. Miles de veces se ha dicho que es un panfleto y que lo que dice es falso, pero hasta la fecha la gente sigue comprándolo y citándolo como si fuera verdad.]

En lo que llamamos la era de la posverdad se distinguen dos vertientes; el complotismo, una tendencia paranoica a pensar que la realidad se puede entender únicamente a través de la sospecha y la denuncia; la verdad no es lo que dice la gente que sabe, los profesores, los periódicos, sino que esta escondida porque hay grupos que actúan en la oscuridad para conducir el mundo. Es la idea de que hay actores más o menos secretos, casi con poderes sobrenaturales, en detrimento de la gente normal. Claramente hay grupos políticos que sacan provecho de ello, incluso hay intelectuales que lo sustentan de manera ideológica.  Por otro lado, en la posverdad, el líder político crea una relación con el pueblo basado en mentiras. Esto funciona bien para muchos actores políticos. Todo el tiempo se presentan contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace, pero es muy fácil salirte con la tuya cuando lo que falta es la verdad. Todos los populismos siguen esa regla, no hay problemas cuando hay contradicciones. No puede haber discusión con un populista debido a que las contradicciones no le representan ninguna dificultad. Hay otra característica de la posverdad: todo puede ser dicho a la luz, no es una cuestión de transparencia, es una cuestión de poder mentir en público. En este sentido es diferente del cinismo maquiavélico.

La posverdad es un arbitrio legitimo para proteger a ciertas figuras que no son respetables, es un recurso respetable en un mundo donde ya nada es respetado. Responde, además, a lo que los medios y ciudadanos esperan, es algo que le gusta escuchar a la gente y si funciona bien es porque no hay más verdad: todas las afirmaciones y opiniones valen, no importa si son rigurosas o banales: si me gusta una idea, es verdad. Mentir o decir la verdad es lo mismo. Esto no es fácil de enfrentar, pero es necesario, porque si lo aceptamos, aceptamos el declive de la democracia, de la razón, del derecho, de la universalidad.

[Cuando Donald Trump lanzó su candidatura presidencial se configuró The Trumpettes USA, una organización de mujeres ricas, blancas, de mediana edad que se dedicó a recaudar fondos para la campaña y a organizar eventos que promovían la política propuesta por Trump. Toni Holt, líder de las Trumpettes, fue entrevistada por una periodista del Daily Show acerca de la reforma fiscal de Hillary, y dice Holt: “Creo que la reforma de Hillary va a derrotar a nuestro país”. La periodista le pregunta: “¿Qué sabe usted de la reforma fiscal de Hillary?” Holt respondió: “No sé absolutamente nada de la reforma de Hillary”.] http://www.cc.com/episodes/4qlrgr/the-daily-show-with-trevor-noah-november-2–2016—kal-penn-season-22-ep-22018

Quizás a palabra posverdad suena, de entrada, turbia. Compuesta por un prefijo que denota una posición espacial o temporal: después dé; detrás de, y la palabra verdad: la afirmación de algo que corresponde con la realidad [interesante definir y clasificar ya que uno de sus atributos es que varía de acuerdo a la conducta, al juicio o a la realidad del ser], pero como tema cobra una importancia muy fuerte debido a dos ocasiones políticas recientes: el Brexit y la elección-presidencia de Donald Trump.

En ambos acontecimientos, los medios de comunicación fueron clave en la normalización de las ideas que difundían los proBrexit o los proTrump. Estos eventos obligan a observar cuáles son los dispositivos y estructuras con que pensamos la realidad: La realidad ejecuta lo que establecen los medios como formas de pensamiento, un pensamiento binario donde no hay información y no hay matices. Los dispositivos mediáticos disponen de nuestro estado de ánimo al servicio de lo que el poder quiere.

La campaña del Brexit se basó en falsedades ridículas que funcionaron, aun cuando eran mentiras muy fáciles de detectar y comprobar; por otra parte, mucha gente entrevistada que votó a favor del Brexit ni siquiera sabía bien a bien qué era la Unión Europea, mucho menos el papel que jugaba el Reino Unido en ella, pero la idea de nacionalizar sus bienes y recursos sonaba a la promesa de una vida mejor. Aquí está la esencia de la posverdad; lo importante no es la mentira, lo importante es que hay gente que quiere escuchar tal mentira. La posverdad habita en la relación entre los que mienten, los que escuchan y los que gustan de escucharlo.

Por otro lado, la presidencia de Trump, desde su toma de posesión, ha demostrado que se puede mentir públicamente y sin vergüenza alguna. Es constante la idea de que “si la realidad no me gusta hablaré de otra realidad”, contraria, una que niega lo obvio y que crea ficciones alternativas. Todo el tiempo se presentan contradicciones entre lo que se dice y lo que realmente sucede. En la era de Trump, parece ser muy fácil salirse con la suya cuando lo que falta es la verdad.

Los populismos siguen esta regla: no hay problemas cuando hay contradicciones. Y lo grave es que no puede haber un diálogo con un populista debido a que las contradicciones no le representan un problema, por el contrario, son parte de su discurso. Y donde no hay verdad, todas las afirmaciones y opiniones valen, no importa si son rigurosas o banales. La posverdad cobra sentido generando polémicas ya que estas podrían ser ganadas por la opinión pública.

[Recién ocurridos los asesinatos de los periodistas de Charlie Hebdo en 2015, la directora de la colección de arte islámico del museo de Louvre, Yannick Lintz, propuso a la dirección general del museo hacer una exposición de arte islámico antiguo con obras que demostraran que en la antigüedad la cultura islámica sí ha representado al profeta Mahoma. Se rechazó la propuesta pues el costo político era arriesgado en esos momentos.] http://www.nowjakarta.co.id/louvre-museum-battles-prejudice-with-arts
https://www.theaustralian.com.au/arts/review/louvre-and-berlins-pergamon-use-islamic-art-to-build-bridges/news-story/ca1fa8bbfb4c69500024264431e8b36c

Sobrescribir, en la posverdad se hace una sobre escritura en la verdad, en lo que realmente está sucediendo (de lo que al menos uno puede sustentar con información y datos y hechos). ¿Qué pasa si el poder, cuando se ejerce necesita ejercerse sobre una resistencia que él mismo construyó? La posverdad es una forma de hacer política donde ya no hay política, es un fenómeno anti político. Es una construcción discursiva dentro del campo de los hechos alternativos, esa clase de hechos que no requerirán de comprobación o evidencia para ser enunciados. Esto no es del todo nuevo, basta revisar a los sofistas y posteriormente, las Disertaciones socráticas contra la retórica del Gorgias, de Platón, para advertir, desde hace mucho, la persistencia de un discurso capaz de presentar una verdad que no existe y alternativamente, de poner en duda o de plano negar aquella que sí se sustenta en evidencias.

La posverdad tiene origen en un contexto de grave desconfianza pública en aquellas instituciones sobre las que convencionalmente se ha estructurado una sociedad, y alcanza su mayor potencial político como mecanismo de dominación en regímenes veladamente autoritarios – abiertamente totalitarios. La posverdad necesita al demagogo; se requiere de un sujeto carismáticamente legitimado. Su discurso, más allá de lo verdadero y lo falso, genera indeterminación semántica, todo se pone en duda y no sabemos a quién creer o qué creer. Una mentira es refutable, una posverdad arraiga como parte de una convicción inconsciente: Aunque se demuestre lo contrario tú quieres creer esto. El PRI, Morena, el Brexit y Trump están funcionando como un síntoma de que la regamos en algunas cosas: nos tragamos la píldora de que somos seres racionales, hemos sobreestimado el papel que juega la razón y hemos subestimado el papel que juega la emoción en los debates públicos para evaluar, discernir y elegir.

Para nosotros, los ciudadanos, las implicaciones están ahí, día a día. ¿Cuántas veces podemos ser violentados y escandalizados por los sucesos del mundo que se difunden en los medios masivos? ¿Cuánta frustración podemos resistir ante el inevitable “y no pasa nada”? Nos están diciendo que no podemos tener verdad y dignidad al mismo tiempo ¿tendríamos que elegir? En nuestro país las fuerzas armadas son las responsables de cientos de miles de desapariciones forzadas que nos aquejan, sin embargo, los spots de radio del gobierno de México insisten en que las fuerzas armadas son protectoras y salvaguardias de nuestro bienestar, cada dos minutos. Si tenemos presente la premisa central de que se educa con el ejemplo: la práctica y tolerancia del racismo es educación. El sistema de justicia en el que los crímenes de los ricos y los poderosos y los crímenes de los pobres no son lo mismo a los ojos de la ley es educación. La afirmación diaria de que la virtud es sinónimo de estatus económico es educación.

¿Qué queremos creer? ¿Nos haremos responsables de lo que queremos creer? Las consecuencias de creer los discursos más allá de los hechos y las pruebas es que, como ciudadanos, rápidamente nos estamos convirtiendo en el prototipo de un pueblo que haría babear de gusto a cualquier monstruo totalitario. Todos los dictadores habían tenido que trabajar duro para suprimir la verdad. Hoy en día, nuestra inacción y neblina visual, nuestro descreimiento y desconfianza les está diciendo que eso ya no es necesario, que hemos adquirido un mecanismo espiritual que puede desnaturalizar la verdad de cualquier significado.

¿Qué hacemos con todas estas narrativas? ¿Qué hacemos con esta guerra de interpretaciones que absorben el sentido común? Sugiero reconciliarnos con el principio de incertidumbre, creer más en la razón, luchar contra la desmemoria.

Referencias:
Una sociología para el siglo XXI, Wieviorka, Michel.
El populismo como espejo de la democracia. Benjamín Arditi, et al. Traducción de Soledad Laclau.
Número Cero, Umberto Eco, Lumen.

Licuado de Mary Ruefle (Traduje yo)

Nunca estoy sola y nunca estoy aburrida. Salvo cuando me aburro de mí misma, a eso lo llamo soledad: aburrirse de uno mismo. Vuelve solitario al cuerpo eso. Hoy estoy muy aburrida y muy sola. No puedo pensar en nada mejor que espolvorear sal y pimienta en mi  licuado, algo que hago desde los trece años, fue hace tanto tiempo que sólo la palabra trece tiene un halo antigüo, igual podría decir Imperio Otomano. Se dice que el trece es un número auspicioso. A los trece años no imaginé que ya iba en camino, gracias a una sola acción, hacia la soledad y el aburrimiento. Mi amiga Vicki y yo estábamos sentadas en la barra de la cafetería de Woolworth esperando nuestros licuados –el suyo de chocolate, el mío de vainilla–, ella se levantó para ir al baño. Cuando se fue llegó su licuado y yo, de broma, espolvoree sal y pimienta en él, porque era, aunque  aún no lo sabía, joven e insensible y cruel. Vicki volvió, desenvolvió el popote, lo clavó en el licuado, succionó por lo que sentí una eternidad, luego tragó, pareció eterno. Es el mejor licuado de mi vida. Eso dijo, aunque no lo dijo tanto como lo suspiró. El mejor licuado de mi vida. De esa misma forma, abrupta e inesperada, comienza el tedio. Probé su licuado, confesé lo que había hecho, llegó el de vainilla, también le echamos sal y pimienta, y después ambas estábamos aburridas, así que fuimos de compras –después de todo estábamos en Woolworth–, aunque por comprar quiero decir robar, como sabe cualquier adolescente de trece años. Vicky se robó el pintalabios más moderno, lip gloss: vaselina pigmentada de color rosa, y yo me robé una mantilla de encaje para estrenarla en la misa de domingo de pasuca, aunque nunca la usé para ir a misa; la usé para mi confesión del sábado anterior, le confesé al padre que había robado precisamente lo que estaba cubriendo mi cabeza. ¿Por qué no? No tenía nada más que confesar. La broma pesada que le hice a mi mejor amiga, que finalmente no fue grave, no me pareció importante. Lo que me molestó fue que el padre parecía aburrirse con mi confesión; según yo lo iba a escandalizar, pero fue él quien me escandalizó, pues yo no tenía tanta experiencia en el aburrimiento de los adultos. Me mandó rezar tres Ave María y cerró la cortinilla. ¿Qué estaba pasando? Yo misma me sorprendí por robar la mantilla y  luego confesarlo, pero aburrí al padre, cuyo aburrimiento me sacó de onda, aunque a mí también me aburriría después, años después, cuando el lip-gloss era tan común como los tréboles, cuando la idea mujeres católicas cubriéndose la cabeza era anticuada, cuando los sacerdotes eran sospechosos de ser crueles e insensibles, y la combinación de sal y azúcar era una vanguardia: se usaba en todos los antros de moda y lugares pretenciosos. Pero, como dije, nunca estoy sola y nunca estoy aburrida, y si hoy es la excepción, es la vieja excepción de todos los días, pues todos los días se vuelven mañana, y mañana se convierte en hoy, y hoy en ayer, y les confieso que es muy poco lo que cualquiera de nosotros puede hacer para cambiarlo.

La presencia de la ausencia (traduje yo)

El amor, como el significado, está afuera en un camino abierto, pero como la poesía, es complicado. Debido a sus varias estaciones exige talento, aguante y habilidosas formulaciones. No basta con amar, porque amar es uno de los actos de magia de la naturaleza, como la lluvia y el trueno. Te saca de ti mismo para llevarte a la órbita del otro y luego tienes que arreglártelas tú solo. No basta con amar, hay que saber cómo amar. ¿Sabes cómo? No puedes responder, porque no puedes revivir los estados de éxtasis que te sacudieron y te desparramaron por la invasión de las lilas, que te electrificaron y te torturaron con el ardiente sabor a miel. No puedes recordar l as formas más animadas y dulces de la muerte; cuando tu yo te dejó por tu mujer, y te encontraste a ti mismo, fresco como fruta madura, en ella.

Cuando los recordamos con palabras, esos momentos son impermeables al intento de elevar el cuerpo a la estación del alma. Quién de nosotros no le ha dicho a su mujer: «yo sólo existo en ti» y dijo la verdad. También decíamos la verdad cuando vimos nuestra existencia en una enunciación similar en un lugar distinto. ¿Entonces, sabes cómo amar? No puedes responder, quizás porque no notaste los sutiles cambios en la atmósfera cuando viajabas de polo a polo: amor y pasión, arrebato e infatuación, ardor y cariño, debilidad y devoción, amor abrasador y amor desconcertante, compulsión y capricho, coqueteo y deseo, añoranza y lujuria, admiración  y atracción, y otros deseos en busca de los sentidos. En cada estación el cuerpo tiene un cierto estado, y para cada estado hay una estación entre la muerte y la vida. Así que nunca sabes dónde ni cómo estás.

Pero cuando revisas tu vida, como un marinero que tiene presente su propio fracaso ante los insondables secretos del mar, te preguntas: ¿Dónde está mi puerto? No sabes ni cómo fue que tu corazón regresó entero y a salvo, como un membrillo que aún es muy duro de roer. ¿Entonces, por qué lloraste cuando la virgen bajo el árbol dejó de ser virgen cuando uno de los que doma el viento te ganó a llegar a ella? ¿Por qué lloraste de nuevo, cuando la segunda no te abrió la puerta mientras estabas parado en el frío glacial temblando de humillación, no del frío que encendía tu horno? ¿Y por qué lloraste la tercera vez, cuando la tercera se fue sin darse cuenta de que estabas abrazando una almohada, no un cuerpo de seda y plumas de avestruz?

No existe el amor, me dijiste, porque ningún amor es como cualquier otro. El jalón magnético que arranca a un ser de su ser no puede ser definido. Es tan enérgico que nunca se pregunta por su espíritu mientras está en el exilio, tampoco por su libertad cuando ha caído en la esclavitud voluntaria:¡Soy tuya! Con un mechón de pelo descarriado por el viento las montañas se mueven. Dos labios entreabiertos maduran los cerezos antes de tiempo. Basta una palabra sin significado, y su interpretación te corona reina en un trono de polvo.

Como si te hubieran electrocutado, uno camina sin rumbo, a la deriva junto con las hojas que caen. La tormenta y tus emociones te marean y uno las marea. No sabes si estás feliz o triste, porque lo que te confunde es la ligereza de la tierra y la victoria del corazón sobre la cabeza. Después aprenderás que el amor, tu amor, es sólo el principio del amor. En el principio del amor estás lista, como un instrumento musical, para componer siguiendo los dictados del aire. Cada brisa es una nota musical y cada silencio una oración de gratitud.

También estas lista para el reconocimiento nocturno de cada sonido que percibes desde la morada de las estrellas.  Así que prolongas ese principio, el principio del amor, para que la imaginación se someta ante ti como un caballo a su jinete. De modo que el lenguaje te conquistará y tu a él, como un hombre y una mujer que, con la generosidad de su mutua obediencia, se aceleran para saludar a lo desconocido.

En el principio del amor, todos los inicios se arremolinan sobre uno, gran dilema. El apogeo del amor lo vives, lo olvidas, te olvida y  te hace olvidar los principios. Al final del amor te quedas mirando el reloj por largo tiempo. En su ausencia, los principios encuentran los dolores residuales de la habitación: no tomarse una segunda copa de vino, un chal azul perdido. El poema se llena de elementos perdidos, y cuando lo terminas con la inconclusión que da pie a otro poema, estás curado de recuerdos y remordimientos. El oro de tus actos no se oxida. Como si escribir fuera, como el amor, el retoño de una nube. Cuando lo tocas, se derrite. Como si enunciarlo fuera solamente un esfuerzo para compensar una pérdida. Ahí se revela la imagen del amor; en una ausencia profundamente presente.

Y cuando das el paso fuera de ti misma, como si tú fueras tú, te ves a ti misma desde una distancia como si tú fueras él: parado bajo la lluvia en una calle llena de peatones, un ramo de rosas rojas en la mano. No sientes el frío desde esa peculiar postura, sientes el escalofrío de la burla y te preguntas: ¿Fue amor, pasión o lujuria? Y olvidas tu emoción. La olvidas y no vuelves a buscarla. Ya no estas herida o pesarosa. Sencillamente te despides de ella a la distancia mientras se aleja hacia una memoria remota que ya no te dejará sin dormir. Un recuerdo que controlas como si fuera un dispositivo: colocas el final en el principio, o congelas la imagen de acuerdo a los deseos de tu corazón mercúrico.

Te ríes apenada, pues las palabras que usaste para elogiar el deseo fueron tan excesivas que ellas mismas lo consumieron. Un  deseo que empieza por un par de pies esculpidos por una astilla de sol, pasando a ser dos piernas hábilmente moldeadas desde donde parpadean los relámpagos hasta las rodillas que eran milagros certificados. Más arriba: donde cae el vientre. Más alto aún: la puesta de sol te absorbe gradualmente con una voracidad noble y tímida. Te acercas y te retiras, te elevas y caes, sudas, gimes, y te ahogas en una noche encantadora y sensualmente oscura. Las manos de ella, o quizás las tuyas, se juntan para cargar el águila que se desvanece en un cielo que gotea estrellas. Das un vistazo a sus ojos entreabiertos que están dando un vistazo a tus ojos entreabiertos. Cada uno quiere estar seguro de estar brotando dentro del otro.

Pero nadie hace de una cumbre su morada. Ambos resbalan juntos desde el más alto cielo hasta una somnolencia cubierta de rocío. Ambos murmuran en el silencio que comparten sin decir nada, pero ese susurro es más lúcido que nada. Sueñan juntos y separados con que ese abrazo durará para siempre, hasta que se dan cuenta de que «para siempre» vive muy poco, y que la eternidad no necesita de nadie. A menudo circula, cambia de un momento a otro y de un estado a otro.

Tú, que sólo conoces el amor cuando estás enamorado, no preguntes lo que es. Cuando una mujer te preguntó si estabas enamorado del amor en sí mismo, fuiste evasivo y escapaste contestando: Te amo a ti. Ella insistió: ¿No amas al amor? Dijiste: Te amo a ti, por ti. Te dejó, porque no podía confiarte su ausencia. El amor no es una idea. Es una emoción que puede enfriarse o calentarse. Viene y va. Es un sentimiento con cuerpo y tiene cinco o más sentidos. A veces aparece como un ángel de alas delicadas capaz de desprendernos de la tierra. A veces se abalanza como un toro, nos zangolotea en el suelo y se va. Otras veces es como una tormenta que sólo reconocemos por sus devastadoras secuelas. A veces nos cae encima como el rocío nocturno que una mano mágica ordeñó de una nube que pasaba.

Todas estas formas se unen –se hacen visibles, perceptibles y tangibles –en una mujer, no en la idea misma. Nos encanta el señuelo de la forma, y la imaginación se dedica a discernir qué es lo misterioso y maravilloso dentro de ella. En cuanto a las almas, se conocen e intiman con sus forma resplandecientes por medio de sus esencias. Puedes no estar de acuerdo con lo que un cuerpo le dice al otro, entonces te vas a lo transparente y te deslizas por cuerpos llenos de agua, armonía y música. El amor cambia, transforma y es impermeable a las identificaciones. Ha sido embargado de tal forma que a la infatuación se le confunde con la iluminación. Es lo que tú no sabes, y sabe que no lo sabes. Es terminar el significado con un no-significado, debido a la exagerada tendencia a dar las cosas por sentado y desperdiciar su presencia. Se resiste a la repetición y niega la necesidad de sanar el aire con color. De lo contrario puede convertirse en un matrimonio donde corregir las afirmaciones del otro sustituye la improvisación de la poesía, de la que el amor respira. La prosa de las tareas domésticas no conduce a mantener frescas dos peras sobre una charola de mármol o a provocar que lo desconocido le cierre el paso a lo conocido. Debe de haber un secreto. Debe de haber un continuo secreto para que el amor siga siendo sorpresa y regalo. Así que no abras el armario que guarda los secretos de la naturaleza del otro.

Si la infatuación se apaga, poco a poco, el amor deriva hacia la luz de la amistad. Le dices a ella: Qué hermosa es nuestra amistad, envejecer juntos y apoyarnos uno en el otro, y sentir compasión por el otro en un hogar para ancianos cuando perdamos la memoria. Pero yo prefiero apoyarme en mi bastón y no en ti. No quiero ver a Romeo y Julieta, o a Qays y Layla envejecer antes que yo. El amor tiene una fecha de expiración, como la vida, la comida enlatada y las medicinas. Prefiero que el amor se colapse de un paro cardiaco en la cumbre del deseo y la infatuación, como un caballo que se desbarranca hacia el abismo.

Te pregunté: ¿Quién es ella?

Respondiste: Ella es tantas ellas que ni yo misma la conozco. Ella y no ella. Ella y sus personajes. Cuando se juntan en un poema, de ahí surgen varias fuentes, busca la satisfacción que no puede ser satisfecha, la mueve un llamado que nos abruma sin darnos cuenta de que todavía está por llegar, y por una sed renovada después de la primavera. Ella y no ella; ella está presente y ausente, es como si su presencia contuviera mi ausencia, y su ausencia llevara consigo la presencia de los detalles. Pero se mueve con tantos nombres que es imposible saber si ella es ella, o una de las mujeres que han inventado mi imaginación y mis deseos mercúricos. Parece que es una invención, porque nunca confundo los nombres. Nunca la llamo con otro nombre, mismo que he olvidado porque lo usé muy pocas veces.

Te pregunté: ¿Entonces sabes amar?

Me sorprendió cuando dijiste: ¿Qué es el amor? Como si yo nunca hubiese amado, excepto cuando imaginé que estaba enamorado. Así como me conmuevo por una mano que se despide por la ventana de un tren –quizás no se despedían de mí –, acepto la despedida y la beso mientras se aleja. O cuando veo a una chica esperando a alguien a la entrada del cine y me imagino que yo soy ese alguien y que me siento a un lado de ella y me veo con ella en la pantalla mientras pasan una escena romántica. No me importa si el final de la película me deja triste o contento, porque la busco en lo que sigue después del final. No la encuentro a mi lado después de que cae el telón.

Te pregunté: ¿Amiga, estabas actuando?

Dijiste:  Solía inventar el amor cuando era necesario. Cuando caminaba sola por la orilla del río. O cada vez que los niveles de sal subieran en mi cuerpo, inventaba el río.

***Traducción de In the presence of absence de Mahmoud Darwish, publicado en inglés  https://pen.org/poetry-nonfiction/presence-absence

La niña de la buena estrella

Parece fácil decir que ciertas cosas suceden por coincidencia, como si las «coincidencias» no fueran azarosos cálculos, si no perfectos, precisos.. puntuales.

27 de febrero, y el tiempo no pudo coincidir más ni menos que en sus cabos. Naces y renaces. Qué frescura la tuya, qué precisa, qué fortuna. Ya decía yo que tu figura, la ligereza de tu voz, tus manos y andar no eran gratuitos. Pienso que te quiso todo el mundo, pienso que atrajiste tantos ojos, pienso que la vida te quiso, la muerte también. Que fuiste la niña de la estrella, candorosa.

27 de febrero, naces y te vas. Mientras,  yo en mi aburrido día esculco mis libros buscando un poema bárbaro y antiguo; entre sus hojas encontré una hoja con tu letra, con tu nombre… ¡con una receta! ¿Te despedías? ¿querías decirme algo? No lo sé, pero algo entendí…Coincidir contigo, de esa forma, en tu cumpleaños y tu nuevo viaje, era un regalo.

 

Gracias, Silvia.